Edición, arte y diseño
Las viejas del pueblo siempre advertían que cuando la luna se mostraba amarilla no había que salir de casa. Las ventanas debían cerrarse y las cortinas correrse, pues seres malignos salían para bañarse con la luz enfermiza y para alimentarse de almas o de carne humana. Era mejor resguardarse y esconderse hasta que llegara el día.
Pero esos cuentos de ancianas no tenían credibilidad alguna para un chico de ciudad como él. Era verano, hacía mucho calor y no pensaba asarse por culpa de las locas creencias de su abuela. La luna estaba amarilla, sí, como un queso enorme y redondo, y su luz brindaba a las calles del pueblo un aspecto fantasmagórico. Seguro que una foto le reportaba una buena cantidad de corazones en Instagram.
Tecleando el pie de imagen en su móvil mientras regresaba a la cama, no se percató de que algo más que los tejados de las casas aparecía en la fotografía, hasta que esta no cargó por completo. Miró asustado a la ventana, pero no vio a nadie, aunque no recordaba haberla cerrado.
¿La había cerrado?
Intentaba recordar lo inmediato cuando el crujido del armario frente a su cama lo sobresaltó. Lo contempló irritado, en la oscuridad se distinguía la forma por la luz que entraba por el cristal, y se dispuso a contestar los comentarios de sus seguidores.
En un momento dado, alzó la cabeza distraído y su piel palideció de golpe. Delante del armario, una figura negra de forma indefinida aguardaba. Un débil brillo iluminaba dos esferas negras, como canicas relucientes; pupilas dilatadas que se clavaban a él. Sintió miedo, y una voz en su interior le dijo que, quizá, si perdía el alma, no doliera demasiado. Sin embargo, el sonido de un relamido, el olor a hierro y un largo punzón en la mano le revelaron que su abuela, ahora perfectamente reconocible al adaptarse su vista a la oscuridad, lo iba a castigar bebiéndose su sangre. Si él no había creído en historias de viejas, nadie creería en cuentos de brujas.
©2020, Verónica Monroy
La imagen utilizada para ilustrar este relato pertenece a su respectivo autor y se ha utilizado sin ninguna modificación ni con fines comerciales.
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